Los datos son irrefutables: la fuerza laboral española carece la preparación necesaria para afrontar las necesidades digitales que se prevén en el futuro a medio y largo plazo.
La traslación de esta generalizada falta de competencias digitales a la fuerza laboral, se traduce en que solo un 26% de las empresas tienen en sus plantillas personal especializado en TIC y un paupérrimo 23% de las empresas dar formación TIC a sus empleados. Es más: en 2016, sólo un 50% de los trabajadores y trabajadoras españolas usan un ordenador en su puesto de trabajo. En cuanto a los desempleados, sólo un 15% usan Internet de forma habitual, lo que reduce drásticamente las posibilidades de encontrar un puesto de trabajo.
En el apartado de los jóvenes, el futuro de nuestro sistema productivo, la situación es aún peor si cabe. Mientras nuestro sistema universitario aumenta el número de graduados en carreras técnicas cada año, el mercado de trabajo no es capaz de absorber este talento. De hecho, y en contra de lo que muchos empresarios declaran públicamente, sólo un 2,31% de las empresas nacionales tiene dificultades para cubrir vacantes en nuevas tecnologías según los datos del INE.
Este desperdicio de talento joven y digital, mayoritariamente sufragado por todos a través del sistema de educación pública, está siendo aprovechado por el resto de países de la Unión Europea, que captan a nuestros jóvenes ofreciéndoles puestos de trabajo dignos y acordes con su cualificación.
Por ejemplo: según los datos de nuestra investigación proporcionados por Eurostat, si en 2014 hubo 1.138 graduados más en matemáticas, ciencias técnicas o informática que en el año precedente, el número de contratados en puestos especializados en nuevas tecnologías descendió en más de 100.000 personas en 2015. En contraposición, en nuestra vecina Francia, mientras el número de titulados en carreras técnicas descendió (-740), sus empresarios contrataron a 110.000 expertos en nuevas tecnologías. Lo mismo podríamos aplicar a Alemania o el Reino Unido, que aunque prácticamente no aumentan el número de sus graduados en TIC sí contratan miles de profesionales en nuevas tecnologías. En resumen, es lógico colegir que muchos de nuestros titulados en carreras técnicas han emigrado a estos países, contribuyendo a aumentar su potencial económico en detrimento del de España.
Todas estas causticas colocan a nuestra población, a nuestros trabajadores y a nuestros jóvenes en una clara situación de inferioridad para adaptarse al futuro digital que inevitablemente transformará nuestra sociedad y nuestra economía, mientras el Gobierno mira para otro lado, y con su silencio, se declara insolvente para poner remedio a esta lacra.