La adquisición de Frontier culmina un largo recorrido de reconcentración sectorial en EEUU

La dimensión del mercado de telecomunicaciones estadounidense es tan amplía (131 millones de líneas de banda ancha fija y 637 millones de banda ancha móvil) y sus particularidades en términos de fusiones y adquisiciones son tan dinámicas, que genera fenómenos difíciles de ver en otras latitudes. La adquisición de la operadora de fibra Frontier por Verizon es la última prueba de una reconfiguración de actores que ha acabado en una concentración sectorial reducida a un puñado de competidores.

Cuando a principios de la década de los 80 del siglo pasado se resolvió dividir al monopolio de AT&T en las denominadas baby bells (9 operadoras que se repartían el mercado existente, entre ellas, Frontier) pocos se podían imaginar que, unas décadas después y con un exponencial aumento de clientes y servicios, muchas volverían a unirse en un par de grandes conglomerados. La siguiente imagen, que solo contempla los movimientos corporativos hasta 2011, da una idea de ello:

Hoy en EEUU solo operan en todo su territorio tres compañías: la citada AT&T, Verizon (que nació de aquellas baby bells y que acaba de adquirir a Frontier) y T-Mobile (que recientemente ha adquirido al cuarto en discordia, Sprint y a otras dos telcos más: Mint Mobile y UScellular). Las M&A más recientes, alrededor de Sprint, Frontier, Mint y UScellular, superan los 165.000 millones. Por poner en contexto lo que suponen estas operaciones, el presupuesto de la CCAA de Andalucía no llega a los 47.000 M€.

De este modo, estas cuatro compañías dan servicio a más clientes que la suma de todos los habitantes de la UE – y un poco más-. Sin embargo, los 27 Estados de la UE acumulan 80 operadores de telefonía fija y 34 de telefonía móvil con infraestructuras propias y hasta 351 OMVs, para proveer de telecomunicaciones a muchos menos suscriptores. Con decir que sólo en España, gracias a la proliferación de las OMV, se cuentan más de 1.400 marcas de telecos activas, se dice ya todo.

En definitiva: algo no funciona en la regulación europea, y sin poder afirmar taxativamente que el modelo norteamericano sea perfecto, al menos es mucho más sostenible en términos económicos y de empleo que el fallido experimento a este lado del Atlántico.

 

UGT Comunicaciones