La publicación del Network Readiness Index 2021, considerado como el indicador de desempeño digital más completo del mundo – analiza las capacidades TIC de 130 economías- vuelve a poner de manifiesto el gran camino que le queda a España para considerarse una economía moderna y digitalizada.
A pesar de que se mejora en dos posiciones con respecto a la anterior edición (vigésimo tercer puesto en este 2021), sigue siendo patente la falta de compromiso empresarial con las nuevas tecnologías, el tamaño excesivamente grande de nuestra brecha digital y, finalmente, la poca importancia del empleo tecnológico en nuestro tejido productivo.
Así, en inversión en nuevas tecnologías, España ocupa el puesto 56, por detrás de economías como Ruanda, Pakistán o Camboya. Se trata de una comparativa tan deshonrosa que habla por sí sola. Otro tanto podemos decir del referido al empleo TIC (técnicos y profesionales asociados): puesto 45; es decir, con menos medios humanos dedicados a la tecnología que países como Trinidad y Tobago, Perú o Macedonia de Norte. Cabe recordar ambas lacras ya han sido denunciadas por UGT en diversas ocasiones. La última, con ocasión de la publicación del estudio Digitalización de la empresa española, donde se constataba el lamentable retraso del tejido empresarial español a la hora de adoptar las nuevas tecnologías y fomentar el empleo tecnológico.
Finalmente, tenemos el apartado de la desigualdad tecnológica, la denominada Brecha Digital por la falta de competencias digitales. Para muestra tres botones: España se ubica en el puesto 48 en términos de acceso online a banca electrónica (lo que redunda en una doble desigualdad: digital y financiera). Estados como Zambia o Irán presentan mejores cifras que España. En cuanto a la brecha digital de género relacionada con el uso de Internet, España se sitúa en el puesto de 26 (Bahréin o Costa Rica demuestran mejor desempeño). Y en participación social en la gobernanza digital, puesto 36 (superados por Colombia o Albania).
Y todo esto coronado por una economía, tal y como demuestra el citado estudio, con una gravísima desigualdad de los ingresos (puesto 48), donde la mejoría del PIB no se refleja en los salarios (105º, el peor puesto de España en todos los indicadores analizados) o donde la promoción gubernamental en inversión tecnológica es más que deficitaria (62º).
La contundencia de estos datos y comparativas es tal que es imposible permanecer callado: las empresas españolas tienen la obligación económica, social y laboral de reaccionar de inmediato, superando su habitual apatía tecnológica, digna de otro tiempo y época. Toca invertir en recualificación laboral, en competencias digitales y en nuevas tecnologías, en compañía de AAPP y legisladores, que no pueden continuar mirando hacia otro lado. El futuro competitivo de nuestro país depende de ello.