- 300.000 niños y niñas españoles no usan nunca un ordenador, un requisito imprescindible para seguir el curso escolar en situación de confinamiento.
- La mayoría de ellos residen en poblaciones pequeñas y de hábitat rural, encontrándose graves diferentes entre CCAA, lo que acrecienta el drama de la España vaciada.
- Además, se trata de niños que viven en familias de alta vulnerabilidad (familias monoparentales u hogares con 5 o más miembros).
- Esta Brecha Digital también afecta a nuestros adolescentes: menos de la mitad de los estudiantes españoles de secundaria usan un ordenador con fines educativos.
- Nuestros mayores también sufren esta lacra social: un 41% de las personas con edades comprendidas entre los 65 y los 74 años no dispone ni de una sola competencia informática.
- En un momento en donde la comunicación es clave, sólo un 9% de los mayores de 75 años usa herramientas de comunicación por Internet.
- De nuevo, el lugar de residencia marca la diferencia: sólo un 2% de los mayores que viven en poblaciones pequeñas tiene acceso a la banca electrónica.
El estado de alarma como consecuencia de la pandemia mundial Covid-19, que ha obligado a las familias a confinarse en sus hogares, pone de relieve la dramática realidad de la Brecha Digital entre nuestra infancia y nuestros mayores.
En una situación que obliga a los escolares a realizar sus tareas a través de medios informáticos, y por otro lado, confina al aislamiento social y familiar al colectivo más vulnerable al coronavirus, los senior, la falta de herramientas o conocimientos digitales se convierte en una carencia de primer orden.
Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística para 2019, un 10% de nuestros niños entre 10 y 15 años nunca usa un ordenador (un 5,4% más que en 2015), lo que significa que 300.000 jóvenes españoles no tienen la posibilidad de continuar con el curso escolar en sus domicilios en situación de confinamiento.
La mayoría de estos niños presentan un perfil muy definido: viven en poblaciones pequeñas (menos de 10.000 habitantes), en familias monoparentales, o residen en con hogares de 5 o más miembros. De hecho, un 18% de las familias monoparentales no tiene ordenador y casi la mitad no posee una Tablet. Estas cifras demuestran que los déficits digitales se concentran en los colectivos más vulnerables de nuestra Sociedad.
Además, se registran con severas diferencias por CCAA: por ejemplo, los niños sin acceso a un ordenador en Galicia alcanzan al 20% de las familias monoparentales; el 25% de los hogares de Andalucía con 5 o más miembros no pueden dotarse de ordenadores para sus hijos.
Pero esta carencia no es exclusiva de los más jóvenes: según la segunda encuesta en las escuelas europeas sobre dotación de dispositivos TIC (2ndSurvey of Schools: ICT in Education), menos de la mitad de los estudiantes españoles de secundaria usan un ordenador con fines educativos. A esto debe sumarse que un 40% de nuestra juventud no va más allá de unas habilidades digitales básicas, e incluso uno de cada seis no posee ninguna competencia relacionada con la informática. Ninguna. Obviamente, todas estas carencias acabarán afectando negativamente a su desarrollo académico, lo que representa un lastre para su desarrollo personal y para su empleabilidad futura.
La situación no mejora cuando nos vamos al otro extremo de la pirámide de edad: un 41% de las personas con edades comprendidas entre los 65 y los 74 años no dispone ni de una sola competencia informática.
En un momento en donde mantener la comunicación es clave para sobrellevar las consecuencias mentales y físicas del aislamiento, sólo un 9% de nuestros mayores de 75 años usa herramientas de comunicación por Internet; apenas un 10% sabe usar el correo electrónico. Estas cifras mejoran entre el colectivo entre 65 y 74 años, pero aún muy lejos de lo deseable: menos de un 30% usa Internet para realizar video-llamadas y un 21% entra en redes sociales.
De nuevo, el lugar de residencia marca la diferencia: sólo un 2% de los mayores que viven en poblaciones pequeñas tiene acceso a la banca electrónica, una herramienta vital cuando no se tiene acceso a una sucursal bancaria.
Esta gravísima situación no ha surgido de la nada ni es el producto un efecto reciente: se trata de una desigualdad estructural, sistémica y persistente, con lustros de vigencia. Todavía hoy el 75% de las personas desconectadas en nuestro país afirman que no disponen de acceso a Internet porque no lo consideran interesante, una cifra que cifra que ha incrementado en un 10% en seis años. Y otro 51% recalca que no acceden a Internet por falta de conocimientos, un porcentaje que se ha incrementado un 8% en los dos últimos años.
Esta realidad confirma el fracaso de la sociedad española para adaptarse a los nuevos tiempos en términos de cohesión digital y equidad social en nuevas tecnologías. Los llamamientos de este Sindicato en los últimos años, urgiendo a confeccionar un Plan Nacional de Inclusión Tecnológica que paliase esta gravísima desigualdad, no han tenido eco suficiente ni en Gobiernos ni en AAPP y empresas. Ahora, la realidad de esta crisis sanitaria, viene demostrar como la inacción y la apatía legislativa no sirven para reparar nuestras fallas sociales.