- El tejido empresarial español sigue sin abrazar la modernización tecnológica, ignorando una transformación digital clave para su sostenibilidad y competitividad.
- Más de 954.000 empresas afirman no disponer de conexión a Internet ni de página web corporativa. La cifra de empresas desconectadas ha aumentado casi un 2% en sólo un año.
- Una de cada cuatro microempresas no usa ordenadores en su actividad empresarial.
- Las corporaciones no dotan a sus trabajadores de medios para trabajar en movilidad: sólo un 30% de los trabajadores disponen de un portátil con conexión a Internet.
- Únicamente un 1% de las compañías venden mediante comercio electrónico, prácticamente las mismas que un año atrás.
- Aunque la presencia en las redes sociales aumenta (casi el 50% de las PYMES), el cloud computing y el big data siguen siendo residuales (1% en ambos casos).
- Las diferencias entre los diversos sectores son muy elevadas, revelando un desequilibrio en el ritmo de adaptación que acabará repercutiendo en el progreso de nuestra economía.
La publicación de informe anual e-PYME, versión de 2017, por parte del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI), confirma la resistencia de las empresas españolas a cualquier cambio que implique la modernización de estructuras tradicionales.
Nuestro tejido empresarial, compuesto en casi en su totalidad por microempresas, pequeñas y medianas empresas (99,4% del total), presenta, año a año, una actitud reflectaría e impenetrable a las nuevas tecnologías. De las 3,3 millones de empresas registradas, casi un millón no dispone de conexión a Internet ni de página web corporativa; o dicho de otro modo, están fuera de la plataforma más universal y conocida del mundo.
Este grado de aislamiento digital es mucho mayor cuanto más pequeña en la empresa. Así, las microempresas, aquellas con menos de 9 asalariados, presentan ratios de exclusión superiores a las PYMES y muy superiores que las grandes empresas (de más de 200 o más empleados). Por ejemplo, una de cada cuatro microempresas no dispone ni de un ordenador, factor impensable en empresas de mayor tamaño.
La movilidad que aportan las TIC también son minoritarias entre las PYMES: los trabajadores dotados con portátiles con capacidad de conexión móvil y para uso empresarial son minoría: un 38,2% en las microempresas y un 27,5% en las PYMES.
Pero el aspecto que demuestra el gran retraso del tejido empresarial en términos de desarrollo tecnológico es el referido a las ventas por medios electrónicos: en la era del e-commerce, únicamente un 1% de las compañías venden sus productos por medios telemáticos. Además, este atraso tecnológico va acompañado de una parálisis preocupante: el número de empresas que venden por Internet ha descendido un 1% desde 2015.
Si la venta electrónica no se extiende entre las empresas, difícilmente podremos ver otras tecnologías punteras, como el big data y la computación en la nube, que resultan anecdóticas entre las pequeñas empresas (un 1% del total). Más aceptación tienen las redes sociales, que alcanzan casi el 50% de las compañías, aunque el estudio no analiza el dinamismo de las mismas.
A pesar de ser aplicaciones fundamentales para negocios del presente y del futuro, con un marcado carácter transversal, las diferencias entre sectores son muy amplias. Por ejemplo, mientras las PYMES encuadradas en el segmento de hoteles y viajes disponen de página web, solo 7% de las microempresas del sector del transporte la ofrecen. Otro tanto podríamos decir en presencia en redes sociales: 85% de las PYMES en sector de la TIC están en ellas, por un 15% de las microempresas de la construcción.
Si a estas desoladoras cifras se suma que sólo un 4% de las pymes imparten formación digital a sus plantillas y que únicamente la mitad de los trabajadores españoles utilizan un ordenador conectado a Internet en su trabajo habitual, podemos extraer como conclusión que nuestro tejido productivo se aferra a un peligroso inmovilismo tecnológico.
UGT reclama a empresarios y legisladores un profundo cambio de mentalidad. El futuro competitivo de nuestras empresas, y por tanto, la prosperidad de nuestra economía y la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores, depende de una transformación digital que nos coloque a la altura de otras potencias mundiales análogas a la nuestra. Si no efectuamos una migración rápida y exitosa a la nueva economía digital, otros lo harán por nosotros, poniendo en peligro miles de puestos de trabajo y el futuro de nuestro país. Es hora de despertar y de subirse al tren que lleva hacia el futuro.