Una de las principales características del mercado español es su tendencia hacia la polarización a la hora de crear, o destruir, empleo en función de las cualificaciones que acreditan los trabajadores. Aun no siendo un proceso exclusivamente local, ya que tiene proporciones mundiales, es especialmente acentuado en el caso español: en la última década se ha destruido un 13,5% del empleo con habilidades intermedias, mientras se crea empleo neto en puestos de trabajo con altas o bajas cualificaciones. El resultado de esta polarización es una indudable pérdida de peso de las denominadas clases medias en el tejido productivo español1
https://ec.europa.eu/info/sites/info/files/rec-17-015-srip-report2018_mep-web-20180228.pdf .
Pero esta diferenciación no solo no tiende a frenase, sino al contrario, tenderá a hacerse estructural y sistémica. Así, según recientes previsiones del Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop), con proyecciones hasta 2030, 4 de cada 5 nuevos empleos exigirán un alto nivel de cualificación, aventurando un rápido crecimiento de los puestos de trabajo más cualificados. En el otro extremo, pronostica un leve aumento del empleo con bajos niveles de cualificación; en concreto, puestos de trabajo relacionados con seguridad, limpieza, restauración o labores de cuidado.
¿Y qué pasará con los empleos con habilidades intermedias, habitualmente asimilados a la clase media social y económica? Pues que no solo no crecerán, sino que descenderán.
Este proceso de atracción hacia los extremos está íntimamente vinculado a la automatización y digitalización del empleo. Así, los puestos de trabajo más cualificados, especialmente los relacionados con empleo STEM, coparán los empleos más remunerados. Aquellas personas con cualificaciones elevadas, pero en otros ámbitos no tecnológicos, también tendrán oportunidades de empleo, pero tendrán mayor riesgo de caer en la sobrecualificación laboral.
Los trabajadores y trabajadoras con habilidades más bajas tendrán también sus oportunidades de empleo, siempre y cuando el coste de automatizar sus actividades sea lo suficientemente elevado para desmotivar a las empresas. Para muchos empresarios, la sustitución de empleo no es una cuestión de carácter social, sino de arbitraje de costes, de rentabilidad y de aumento de beneficios. De hecho, algunas consultoras como BCG Consulting predicen, “de forma conservadora”, que el punto de decisión para sustituir a un trabajador por una máquina “se alcanza cuando el coste del trabajo humano es solo un 15% más alto que el costo de la mano de obra robótica”.
La peor parte queda para los trabajadores y trabajadoras con habilidades intermedias, víctimas de la reducción de los costes de la tecnología, que favorecen, y favorecerán aun más, el reemplazo de sus empleos por algoritmos. Estos trabajadores, además, verían como su migración ascendente sería imposible, por la falta de competencias, viéndose arrastrados, irremediablemente, hacia puestos de menor valor y mucho más precarizados.
De este modo, estas tendencias transformarán profundamente nuestro mercado de trabajo, desde la forma de reparto actual hacia una achatada I mayúscula, como paso intermedio a convertirse en una pirámide invertida, en donde la parte de arriba estará copada de una élite de trabajadores muy bien remunerados y calificados, antepuesta a otra, también muy poblada, con trabajadores mal remunerados, sin transición media de clases y cualificaciones intermedias. En la siguiente imagen se presenta esta evolución.
Como puede observarse, Europa nos advierte de que la falta de capacidades digitales serán un vector fundamental de exclusión digital. Incluso se nos señala directamente, afirmando que en 2030 habrá un crecimiento sustancial de puestos de trabajo con bajas competencias, tendencia sin duda reforzada por nuestro tejido productivo, excesivamente inclinado hacia los sectores de servicios, turísticos y de la construcción.
UGT reclama los poderes públicos que se pongan inmediatamente a trabajar para frenar esta inercia. No podemos postrarnos a una suerte de determinismo tecnológico que acabe consolidando una nueva forma de Precariedad 2.0. UGT, Sindicato de Clase, exige a legisladores y políticos que atiendan a estos pronósticos, que pueden alterar de forma drástica nuestros fundamentos económicos y laborales, hasta el punto de crear una brecha social de difícil solución si se tarda en reaccionar.
El
Sindicato considera que Gobiernos y Administraciones Públicas deben conocer
estos hechos, anticipar sus consecuencias y hacer Política con mayúsculas. Toca
hacer los deberes en aspectos como la formación laboral, la educación reglada,
la protección social y la inserción laboral, porque ahora mismo, mal que nos
pese, nuestro país no está preparado para afrontar una transición tecnológica
en pie de igualdad social y económica.